Jueves, 11 julio. Embarcamos hacia Cíes. Avanzaba la
tarde y el sol luchaba por hacerse paso, pero apenas conseguía dejar
un fino resplandor sobre el horizonte, mientras nosotros surcábamos
un mar y un cielo gris, con la certeza de que el paraíso, ahora
oculto, seguía allí, más allá de la niebla que nos rodeaba.
Llegamos a puerto, y aunque la neblina
se acercaba lentamente, deslizándose por las crestas de la isla,
entre nubes y claros, el sol todavía iluminaba el “Lago dos Nenos”
en donde los múxeles, doradas y sargos nos dieron la bienvenida.
Casi nos despistamos del pulpo que,
astuto, permanecía inmóvil, mimetizado en la roca.
Viernes, 12 de Julio. Por la mañana temprano pudimos
comprobar cómo la niebla se había instalado también en la isla,
empañando el horizonte y regando la diversa y hermosa flora de las
dunas.
Los cinco, bien desayunados, bien
dispuestos a poner nuestro granito de arena en la constante labor
contra las alóctonas invasoras, nos pusimos a la faena, en buena
armonía, sin rivalizar (en apariencia, jeje) por el número de
plantas arrancadas.
Bien aprovechada la mañana, en el
tiempo libre tuvimos la suerte de contemplar el hermoso azul turquesa
de la playa de Nuestra Señora y disfrutar de las cristalinas aguas
de Rodas en las que algún cormorán nos acompañaba en el baño.
Sábado, domingo y lunes, 13,14 y 15 de
julio. Durante estos días nos dedicamos a la
limpieza de playas y caminos. A ratos descansábamos la vista del
suelo para observar en las rocas lejanas a los cormoranes y los
ostreros. Acompañados siempre por las gaviotas y
sus polluelos, que parecían saber de nuestra buena voluntad, pues
apenas se asustaban de nuestra presencia cercana.
Recorrimos todos los caminos recogiendo
colillas, plásticos, papeles..., con unas pinzas, de acertado
diseño, que nuestras manos, y sobre todo, nuestras espaldas,
agradecieron.
Y sin perdernos las explicaciones de
Sergio, a cuyo ojo avizor no se le escapa nada. Sí, “nuestro”
Sergio tiene bien educada la vista y la atención, que tanto pilla un
minúsculo trozo de plástico como cualquier insecto, ave, pez o
planta a su alrededor.
Durante todos estes días, a néboa
paseouse canda nós, facendo aparecer e desaparecer toda a costa
diante dos nosos ollos, que sen embargo, non conseguiu nublar en
ningún momento. Máis ben ó contrario, propiciou que na oscuridade
da noite neboenta, puidésemos contemplar a ardentía do mar,
fenómeno bioluminiscente, moi ben explicado por Sergio, pero
imposible de describir. Hai que velo e sentilo, en boa compaña como
eu tiven ocasión con este estupendo grupo. E así pasaron os días,
colaborando, aprendendo e gozando.
A José, Sergio, Xurxo y María, ¡
gracias !. Fonsi